Me encantan los anuncios
de la tele. Claro que quizá sólo me parecen buenos porque están
rodeados de toda esa otra mierda, la “programación”, pero a mí
me encantan. Y me hacen pensar cantidad de cosas, son uno de nuestros
mayores bienes culturales, y sin duda el que más fielmente nos
representa.
Sin duda que nos
representan. Poner un anuncio en la tele debe costar un pico, y sólo
se paga ese pico cuando se cree que dará ganas a la gente de
consumir el producto. Y para que consuman yo veo dos tretas
principales: hacer que el espectador se identifique con lo que ve y
asocie el producto a su forma de vida; o que quiera identificarse y
que vea el producto como lo que necesita para ser lo que desea. Ahora
echamos un vistazo a los anuncios, suponiendo que los publicistas
saben hacer su trabajo (y yo creo que sí):
Vamos a empezar por un
clásico atemporal: los anuncios de perfumes femeninos. En ellos nos
presentan una serie de crías desnutridas pidiendo guerra vestidas de
gala que o bien se han colado en los decorados de una película
pretenciosa, o bien corren por la calle, el parque, la playa o
cualquier otro paraje que sea exótico o glamuroso. La característica
principal que irradian estas muchachas es absoluto éxtasis y
felicidad plena, todo es risa y retozos, y parecen flipar
completamente con todo lo que les rodea. Conclusión: las mujeres de
nuestra sociedad asocian el oler bien con pasar hambre, ponerse hasta
las orejas de farlopa y salir a correr descalzas con vestidos de
noche. Hay otra versión en la que oler bien significa zorrear con
hombres desconocidos e inofensivos que pasarán a acosarles
inocentemente, bien con flores y carantoñas o bien persiguiéndoles
mientras corren descalzas medio descojonadas de risa.
Luego están los anuncios
profundos, de intenso calado filosófico, que venden felicidad a
precio de chope y a muy bajos intereses. Aseguradoras, bancos y cajas
de ahorros son los maestros de esta sección, despertando nuestra
codicia a golpe de verdades reveladas: el amor, la humildad y la honestidad suelen estar en sus discursos, que dicen que la hormiga es
la buena y la cigarra la mala (aunque sea la dueña del banco), o que
debemos inspirarnos en el gran legado de los heroicos deportistas
patrios... para abrir una cuenta o hacerte una póliza. ¿De dónde
cojones sacamos alguna relación entre estas cosas? Supongo que
simplemente tratan de ganar nuestra simpatía con figuras a las que
queremos seguir o con mensajes vacíos y ambiguos que nos hace
sentirnos buenas personas, contribuyentes de nuestra sociedad. Supongo que eso es porque
saben que todos tenemos una pésima imagen suya y apelan a nuestro
optimismo para mejorarla.
Y optimistas son también
los de las compañías telefónicas, claro, donde todo son amigos,
buenas noticias, familias navideñas y sonrientes teleoperadoras de seductora
voz con casi ningún parecido a Rosbaldo Faldo, ese inútil que te
llama todos los putos días para venderte tele-mierda al peso. Estos
anuncios siempre incorporan la cancioncita de turno, pegadiza y
odiosa por igual, y suelen tener más extras que el Señor de los
Anillos, todos muy contentos tomando las calles y las plazas al son
de su canción, todos portando los colores de su marca de telefonía
móvil. Vamos, que si no quieres estar solito más te vale tener un
teléfono, por no mencionar que es imposible tener amigos si no les
dejas que te cuenten por wassup ciento tres veces al día qué tal
han hecho caca hoy.
Y así llegamos a mis
favoritos, los anuncios que venden optimismo y gilipollez y de paso
te regalan su producto. El mejor de todos es ese de embutido en el
que todos nos emocionamos y nos ponemos contentos cuando nos
recuerdan quiénes somos: un país de gilipollas donde las abuelas
pasan hambre para alimentar a sus nietos, mientras tenemos
aeropuertos vacíos y nuestros jóvenes tienen que ir a otros países
para sobrevivir. “Pero volveremos”, dicen en el anuncio... ¿En
serio tratan de apelar a mi optimismo? Porque a mi no me dan ganas de
comer mortadela, sino de ponerme a cortar chorizos con una
guillotina.
Me cago en el optimismo,
y de las ganas que tenemos de ser gilipollas. A ver cuándo empiezan
a sacar anuncios para cínicos resabidos, porque cada vez me veo más
lejos de la realidad.
El mundo de la publicidad y el marketing es como asomarse por una ventana a un basurero: Generalmente todo lo que ves no te gusta, pero reconoces que algunas cosas han quedado ingeniosamente colocadas. Si no, ¿cómo sería posible hacer marketing de un producto tan específico como unos polvos que sirven para limpiar la ropa?
ResponderEliminarAmén de los atracones de publicidad por estas fechas, otro modus operandi muy común cuando se avecina el cambio de año es el de recuento y propósitos. Como el de este link:
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/clima/2013/01/02/ciencia-en-2013-y-hacia-adelante.html
Jose.
Aprovecha un post sobre la publicidad para hacer publicidad...
EliminarMuy mal hecha además, no sólo no hila bien el argumentario para cambiar de tema y meter el link, sino que, además, no hay ni una sola tía buena en bikini ni ningún tío cachas sin camiseta siendo muy felices por haber leído el blog que publicita.
Así no se llega al público.
Me siento muy identificada con lo que dices...nos hemos vuelto todos gilipollas o qué??
ResponderEliminarEscribe más, me gusta leerte.
O.M.