jueves, 22 de diciembre de 2011

Mierda de calle

El suelo estaba mojado

y yo tenía mucha prisa

y caminaba apresurado

evitando el agua fría


Pero fui despreocupado,

en los charcos me fijaba

y así expuse a mi calzado

a lo marrón en la calzada.


Con viscosa textura

y desagradable sensación

la suela resbalaba

y se hundía en el mojón.


¡Qué falta de respeto!

¡Qué poca urbanidad!

Aquel lugar repleto

de los frutos de un ojal.


Y yo y mi cara de idiota

nos paramos a pensar

en pisar ahora la boca

del dueño del animal.


Tal vez una viejecita

paseaba a su puta rata

o quizás fue el terrorista

un niñato con bestia parda.


Pero fuera de quien fuera

el ojete excretor

lo que echaba por el ano

no dejaba buen olor.


¿Cómo, Dios bendito,

en tu infinita sabiduría

creaste al tierno animalito

que tal cosa cagaría?


Era vileza e ignominia,

atroz pandemonio marrón,

mi cordura sucumbía

restregando aquél horror.


Alimenta a tu mascota,

mímala y estrecha lazos

pero cuando haga sus cacotas

te las llevas, mamonazo.


2 comentarios: