martes, 5 de junio de 2012

La economía se sumerge y la mierda sigue flotando

Yo, como medio tonto que soy, no me entero demasiado bien de casi nada. Resulta que hasta hoy defraudar a hacienda era un delito, manejar dinero negro estaba penado y blanquear dinero estaba perseguido. Pero al parecer esto estaba escrito, pero no había recursos destinados a perseguir estos delitos.

Había un episodio de Los Simpsons (creo) en el que la policía enviaba falsos boletos premiados de una rifa a todos los ciudadanos con multas pendientes, para así poder trincarlos a la que iban acudiendo al grito de ¡dame dame dame!. Aquello era ridículo, claro, cómo iba a ser tan ingenua la policía, y cómo iba a ser aún más ingenua la ciudadanía morosa.

Hoy día, nuestro gobierno invita a todos aquellos que tengan dinero negro a que lo blanqueen directamente en su establecimiento habitual, y que por cada tres euros defraudados te regalan un juego de sartenes. Así evitaremos la economía sumergida. Y ahora es cuando todos a una entonamos un musical ¿¿¿Pero qué cojones??? Lo malo es que no es una trampa para que se delaten, no señor, lo peor es que va totalmente en serio.

Esto es de traca. Además, y diciéndolo sin reírse, el gobierno afirma que tras blanquear by the face toda su fortuna en negro todos estos hijos de puta dejarán de sumergir la economía mediante el fraude. Pues yo sigo sin entenderlo. ¿Por qué iban a dejar de hacerlo? ¿Qué tienen que perder, aparte de la cuenta de las bolsas de basura llenas de billetes de 500?

Supuestamente esto ya está prohibido. Las medidas legales ya están tomadas. Que tomen ahora las medidas ejecutivas que hagan falta, que rueden las cabezas que tengan que rodar, y que aquellos que defraudan al estado, es decir, aquellos que roban impunemente a los hospitales, ayuntamientos y colegios, que lo paguen tal y como está convenido. Y que paguen, con dinero, sudor y a ser posible dilatación anal. Y que se de ejemplo. Y así el estado recuperará una pasta gansa, y nosotros dejaremos de perderla, y todos los cabrones que beben coñac sentados en un water de oro sobre las pieles de un tigre de bengala dejarán de hacer lo que hacen por miedo a que les crujan, ya que por vergüenza no lo van a dejar de hacer. O por lo menos que corran a esconderse al fin del mundo y dejen de pasearse ante nosotros.

Hay días que uno se siente realmente enfadado con el mundo, y que por más vueltas que le des sólo llegas a dos conclusiones posibles: o yo soy medio tonto, que puede ser; o nos toman a todos por gilipollas profundos. ¿Lo seremos, después de todo? Tranquilo, deja de darle vueltas y abre bien la boca que aquí viene otra cucharadita de mierda. ¡Después de todo has estado viviendo por encima de tus posibilidades!

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