Si un señor muy malo muy
malo mata a alguien, ese señor es un criminal. Si un señor paga a
otro señor para que mate a alguien, sigue siendo un criminal, ambos
lo son, aunque el primero sea más vago y más rico.
Ahora imaginemos que no
es un señor, sino muchos señores distintos. A cada uno le interesa
ir matando a cierta gente por intereses personales, y van acudiendo
de vez en cuando a los empleados de una barbería que, aunque puede
que en un principio se quisieran dedicar a afeitar honradamente a sus
clientes, han visto mejor negocio en esto de los asesinatos. Por
supuesto este grupo de sicarios sigue diciendo que se dedica a las
actividades lícitas propias de su profesión, y con los años han
hecho muchos clientes fijos que les confían ciegamente sus frágiles
gargantas. Está claro que los contratantes son criminales, y que los
ejecutores también lo son. Y que sus clientes son gilipollas, por
cierto.
Pasan los años, las
relaciones contratante-ejecutor se afianzan. Sigue pasando el tiempo,
y la gente que encarga asesinatos va cambiando, y también se suceden
los barberos-sicarios, montando toda una cadena de sucursales de
barberías. Y cada vez son más los clientes confiados, por lo que
cada vez son más los criminales que se interesan en contratar a los
sicarios, ya tienen acceso a toda la población. Las navajas silban y
las pagas corren a raudales.
Y un día a uno de los
barberos, encargado de gestionar el dinero de los contratos
criminales, le da por quedarse con una parte sin decírselo a los
demás asesinos. ¿Qué van a hacer, denunciarle por robarle el
dinero de sus asesinatos? Y pasa el tiempo, y otro día salta la
liebre y la prensa se entera de todo el mogollón, que lleva durando
décadas. ¿Y qué le interesa por encima de todo esto a los medios?
Pues está claro, por encima de los criminales que encargan
asesinatos para conseguir sus metas personales; y por encima de los
sicarios que montan barberías para degollar a los clientes que les confían sus gargantas a
cambio de dinero; lo que interesa en la prensa, en la calle y en la
opinión pública en general es ¡que uno de los asesinos se quedaba
con el dinero en vez de repartirlo!
Joder, digo yo que el que
metan en la cárcel al asesino que sisaba está muy bien... ¿pero ni
siquiera nadie va a comentar que toda la cadena de barberías sigue
recortando gargantas? Y lo que es aún más grave, que hay un enorme
grupo de gente dispuesto a pagar para que eso siga pasando, y si no
es en las barberías pues será en otro
lado, allá donde encuentren gente dispuesta a matar por dinero.
Tengo que reconocer que
siempre he pecado de simplificar todo al máximo para tratar de
comprender cómo funcionan las cosas, porque si no mis meninges no
dan la talla. Pero esto de ver todos los días al hijo de puta este
del Bárcenas entrando en su casa o yendo a por el pan acosado por
setecientos periodistas me toca un poco los huevos. ¿Cuántos
políticos cobran sueldos multimillonarios de empresas que ellos han
privatizado? ¿Cuántas reformas en las leyes para favorecer a los
defraudadores, para abaratar los despidos, para montar casinos, para
regalar hospitales? ¿Y me tengo que creer que de pronto los
periódicos que lamían las manos de esta gente se ponen a sacar
su mierda sin más? Ni de coña. Y no hablo de decir quiénes son los
culpables de nada, eso lo hacen los jueces. Pero los medios informan
y opinan, o deberían hacerlo. Y yo sigo esperando a que se empiece a
criminalizar a todos los hijos de puta, a todos, no sólo al
espabilao que repartía diez y se quedaba una. Quiero que empapelen a
los políticos corruptos, por supuesto, pero sobre todo quiero que
los mercaderes que compran a esos políticos empiecen a remojarse las
barbas. Claro, que esto no va a pasar. Al menos de momento parece que
no, aún nos conformamos con el hijo puta del Bárcenas... y si
dejamos de hacerlo hay más tipos de estos, por todos lados.
El médico dice que se me pasará enseguida, pero que por si acaso me plantee la marihuana terapéutica.
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