martes, 9 de abril de 2013

La barbería de los sobres


Si un señor muy malo muy malo mata a alguien, ese señor es un criminal. Si un señor paga a otro señor para que mate a alguien, sigue siendo un criminal, ambos lo son, aunque el primero sea más vago y más rico.

Ahora imaginemos que no es un señor, sino muchos señores distintos. A cada uno le interesa ir matando a cierta gente por intereses personales, y van acudiendo de vez en cuando a los empleados de una barbería que, aunque puede que en un principio se quisieran dedicar a afeitar honradamente a sus clientes, han visto mejor negocio en esto de los asesinatos. Por supuesto este grupo de sicarios sigue diciendo que se dedica a las actividades lícitas propias de su profesión, y con los años han hecho muchos clientes fijos que les confían ciegamente sus frágiles gargantas. Está claro que los contratantes son criminales, y que los ejecutores también lo son. Y que sus clientes son gilipollas, por cierto.

Pasan los años, las relaciones contratante-ejecutor se afianzan. Sigue pasando el tiempo, y la gente que encarga asesinatos va cambiando, y también se suceden los barberos-sicarios, montando toda una cadena de sucursales de barberías. Y cada vez son más los clientes confiados, por lo que cada vez son más los criminales que se interesan en contratar a los sicarios, ya tienen acceso a toda la población. Las navajas silban y las pagas corren a raudales.

Y un día a uno de los barberos, encargado de gestionar el dinero de los contratos criminales, le da por quedarse con una parte sin decírselo a los demás asesinos. ¿Qué van a hacer, denunciarle por robarle el dinero de sus asesinatos? Y pasa el tiempo, y otro día salta la liebre y la prensa se entera de todo el mogollón, que lleva durando décadas. ¿Y qué le interesa por encima de todo esto a los medios? Pues está claro, por encima de los criminales que encargan asesinatos para conseguir sus metas personales; y por encima de los sicarios que montan barberías para degollar a los clientes que les confían sus gargantas a cambio de dinero; lo que interesa en la prensa, en la calle y en la opinión pública en general es ¡que uno de los asesinos se quedaba con el dinero en vez de repartirlo!

Joder, digo yo que el que metan en la cárcel al asesino que sisaba está muy bien... ¿pero ni siquiera nadie va a comentar que toda la cadena de barberías sigue recortando gargantas? Y lo que es aún más grave, que hay un enorme grupo de gente dispuesto a pagar para que eso siga pasando, y si no es en las barberías pues será en otro lado, allá donde encuentren gente dispuesta a matar por dinero.

Tengo que reconocer que siempre he pecado de simplificar todo al máximo para tratar de comprender cómo funcionan las cosas, porque si no mis meninges no dan la talla. Pero esto de ver todos los días al hijo de puta este del Bárcenas entrando en su casa o yendo a por el pan acosado por setecientos periodistas me toca un poco los huevos. ¿Cuántos políticos cobran sueldos multimillonarios de empresas que ellos han privatizado? ¿Cuántas reformas en las leyes para favorecer a los defraudadores, para abaratar los despidos, para montar casinos, para regalar hospitales? ¿Y me tengo que creer que de pronto los periódicos que lamían las manos de esta gente se ponen a sacar su mierda sin más? Ni de coña. Y no hablo de decir quiénes son los culpables de nada, eso lo hacen los jueces. Pero los medios informan y opinan, o deberían hacerlo. Y yo sigo esperando a que se empiece a criminalizar a todos los hijos de puta, a todos, no sólo al espabilao que repartía diez y se quedaba una. Quiero que empapelen a los políticos corruptos, por supuesto, pero sobre todo quiero que los mercaderes que compran a esos políticos empiecen a remojarse las barbas. Claro, que esto no va a pasar. Al menos de momento parece que no, aún nos conformamos con el hijo puta del Bárcenas... y si dejamos de hacerlo hay más tipos de estos, por todos lados.

El médico dice que se me pasará enseguida, pero que por si acaso me plantee la marihuana terapéutica. 

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