miércoles, 10 de abril de 2013

No es que Dios no juegue a los dados, es que a tí no te ha invitado a la partida


El demonio de Laplace es un señor imaginario propuesto por Laplace con la siguiente idea: si existiera un ser con suficiente pericia en matemáticas y que conociese con precisión la posición y el momento (digamos que es el producto de la masa y la velocidad) de todas y cada una de las partículas que conforman el universo, entonces podría calcular y conocer absolutamente cualquier cosa que se diera, en el pasado o en el futuro, en cualquier lugar del universo. Todo, sin excepción, quedaría totalmente determinado, en ambas direcciones temporales, por unas “sencillas” ecuaciones de movimiento. No quedaría espacio alguno para el azar ni el libre albedrío, si es que existen cualquiera de los dos.

Hoy he soñado que el demonio de Laplace venía a mi casa para que le dijera la posición y el momento de cada una las partículas en mi posesión. Esto no sólo incluía a las partículas de mi cuerpo, también a las de cada objeto que poseía, incluso las moléculas de aire que pasaran por ahí. Era una especie de declaración de la renta pero a lo bestia, y además tenía que declarar con infinita precisión cada medición. Menudo agobio me entró de repente, yo no sabía nada de esto.

Perplejo, mantuve cara de póquer y argumenté que no existe la precisión absoluta, que cualquier medida está sujeta a cierta indeterminación dada por los instrumentos de medición. El demonio suspiró: “qué me vas a contar, vengo de hacer una auditoría a un ingeniero que dice que, con cierto margen de error, un triángulo es aproximadamente igual a una circunferencia”. Me dijo que no colaba, que era mi responsabilidad poder medir mis posesiones con infinita precisión, que esto no era Suiza. Y que me diera prisa porque necesitaba posición y momento de todas las partículas del universo exactamente en el mismo instante, y ya iba por la mitad del instante y aún le quedaban un montón de galaxias. Luego me desperté con ganas de mear y se me fue pasando la tontería, y volví a mis habituales sueños de decapitar monjitas con las tijeras de cortarse las uñas.

Pero mi tierna mente ya había quedado marcada, lo bastante al menos como para pasarse una mañana filosófica. ¿Funciona todo tal y como lo planteó Newton, como una maquinaria que una vez puesta en marcha funciona impecablemente con cada proceso perfectamente establecido, sin cabida para libertad ninguna? Bueno, nosotros podemos pensar y decidir libremente. Pero la verdad es que no, o al menos no lo sabemos, sólo percibimos que es así y nuestra percepción es parte de nuestra mente, así que bastaría con que estuviera establecido que tenemos que percibir que nada está establecido y que podemos decidir, y fin del problema. O principio, no sé.

Bueno, sin filosofías baratas. Pongámonos prácticos. Supongamos que todo está determinado en el universo; para ser como el demonio de Laplace y poder conocer todo lo acontecido y que acontecerá necesitaríamos medir con infinita precisión todo lo que existe en cualquier instante y dominar sin error alguno las leyes físicas que rigen el universo. Con estas dos sencillas cosas bastaría para alcanzar la omnisciencia total. ¡Qué fácil! Y ahora las trabas: aunque no podemos asegurar que nunca conozcamos las leyes físicas a la perfección, sí podemos asegurar que no podemos medir (conocer) todo lo que existe en cierto instante. ¿Por qué? Pues porque hay trampas para que no se pueda, es parte de dichas leyes físicas.

Por un lado tenemos el principio de indeterminación, que no vamos a demostrar aquí pero que dice que es imposible medir con precisión infinita el estado de ningún sistema. En el caso del demonio de Laplace, que necesitaba saber posición y momento de cada partícula, se da la situación de que el producto de ambas incertidumbres siempre tiene un valor mínimo (exacto y definido, no es nada metafísico) para que ambas magnitudes siquiera existan. Por lo tanto, si el error al medir la posición tendiera a cero, el error al medir el momento se dispararía a infinito, es decir que no sabríamos nada sobre el momento. Esto no es consecuencia de ninguna limitación técnica, no depende de los aparatos de medición, sino que es una propiedad física de todo lo que existe: en el momento de ser observado, el sistema ha cambiado como consecuencia de ello, has interactuado. Es una explicación barata pero que sirve.
Por otro lado tenemos que existe un límite en la velocidad de las cosas, pero no en la distancia entre ellas. Por lo tanto, si el demonio quisiera observar todas las partículas del
universo en el mismo instante le sería imposible, ya que algunas de estas partículas estarían a distancias prácticamente infinitas y en cambio la información sobre ellas le llegarían a velocidades finitas. Por lo tanto, en el momento de recibir dicha información ya estaría obsoleta. Quizás miles de millones de años obsoleta.

¿Y qué importaría si no se pudieran medir exactamente alguna de las partículas? Pues que no serviría medir todas las demás, porque al incluir aquella desconocida influiría en todas las demás de manera impredecible con el tiempo. Aunque tendríamos una aproximación de cómo serían las cosas no podríamos concretarlas con exactitud para un futuro lo bastante lejano (o pasado).

Una forma muy sencilla de verlo es con algunos valores característicos de la naturaleza, que resultan ser infinitos y por lo tanto inalcanzables. Por ejemplo el número pi, que es absolutamente imposible de calcular con total exactitud. Bueno, en la biblia sí (pone que es 3), pero esos eran otros tiempos.

Así que aunque el universo fuera determinista y no existan ni el azar ni el libre albedrío, no podremos saberlo y por lo tanto nuestra percepción nunca podrá abarcarlo. Ni la nuestra ni la de nadie, qué cojones. ¡No existe la omnisciencia! ¿Qué diferencia hay entre un universo no determinista y uno determinista en el que no existe la predicción absoluta? ¿Qué más da si yo pienso todo esto porque me da la gana a mi (sea lo que sea “mi”) o porque cada una de mis neuronas obedece a cada uno de los estímulos que preceden a cada una de ellas, siguiendo cada una de las partículas involucradas su respectiva ecuación de movimiento establecida desde el principio de los tiempos, si no se me permite apreciar la diferencia?

A mi al menos me da lo mismo, y más a estas horas que estoy sin echar la siesta.

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