miércoles, 24 de agosto de 2011

Un Relato


El discurrir del tiempo había dejado su huella, mudo testimonio de ello eran las trazas de podredumbre en la madera y el óxido en el metal; pese a todo el golem todavía parecía funcional aunque muy poco impresionante. Cuando estaba operativo tampoco había sido muy espectacular, algo más bajo que el mago pero mucho más recio, tres hendiduras horizontales en una masa una piedra hacían las veces de ojos y boca en un remedo de cabeza; el barril con remaches de hierro formaba un troso redondo y cilindros de piedra unidos con poleas de madera reforzada con acero hacían las veces de articulaciones.

El aspecto de Jack no es que fuera mucho mejor en ese momento, lleno de polvo, hollín y telarañas contemplaba el constructo con la escoba en la mano y la túnica raída anudada por encima de las nudosas rodillas. Había decidido que era hora de limpiar el sótano de la Vieja Torre sin estar muy seguro de qué se encontraría ahí abajo. Casi se había olvidado de su compañero, pero cuando se lo encontró entre los restos de su antiguo laboratorio le asaltaron los recuerdos.

Hacía unos meses que había terminado de construir la Vieja Torre (como decidió llamarla al ver su aspecto una vez acabada), cuando se dió cuenta que su ambición y su necesidad de opulencia habían superado con creces sus ganas de realizar las tareas del hogar. necesitaba a alguien que le ayudara a limpiar, vamos, pero no tenía dinero para contratar una asistenta que subiera desde la aldea. Así que decidió contruírsela él mismo.

Al cabo del tiempo empezó a notar que, cada vez, estaba más agusto con Chimichurri. Su muda pesencia le reconfortaba y, encierta manera, hacía más soportable el aislamiento autoimpuesto del hechicero, así que Jack se propuso transcender los hechizos que animaban mágicamente a la criatura y dotarle de conciencia, de auténtica vida. Para ello empezó a imbuir su propia esencia vital en el artefacto y poco a poco Chim dejó de ser una mera herramienta y empezó a convertirse en un ser por derecho propio.

Pero algo salió mal. Hasta el punto que El Maguete Majete se vio obligado a suspender la animación de Chimichurri y dejarlo en el sótano con el resto de experimentos deshechados. Y aunque a veces se acordaba de él no había vuelto a pensar en serio sobre el tema hasta esa mañana.

Envuelto en la vorágine de los acontecimientos, Jack no se había dado cuenta de lo que había fallado la primera vez. Ahora, con la persepectiva que da el tiempo, la conclusión a la que había llegado le desasosegaba más que el hecho en sí. Pues sabía lo que tenía que hacer y le daba miedo.

Había tomado el camino fácil, éso era. Sus manos estaban preparadas para hacer los movimientos y su boca humana podía pronunciar los salmos y encantamientos fácilmente, pero la esencia humana no era suficiente para que la vida arraigara en el golem. Debería haberlo hecho con su vieja forma desde el principio... La esencia del Lobo era mucho más poderosa que la humana y le hubiera dado a la vieja roca un espíritu mucho más sólido.

El problema radicaba en que hacía mucho tiempo que El mago no sacaba al lobo a pasear. Y, desde la última vez le costaría mucho más. Sabía que para conseguirlo debían darse circunstancias muy específicas y no era seguro que sirviera de algo. Pero debía intentarlo.

Pasó los siguientes días arreglando los desperfectos de su amigo hasta dejarlo decente de nuevo y esperando que se dieran las condiciones propicias para intentar transformarse. Luego, seguramente, habría de pasar mucho tiempo trabajando los conjuros en esa forma para conseguir que el pequeño Churri cobrara vida. Pero estaba seguro de que valdría la pena el esfuerzo.

El tercer día de luna llena salió al bosque con el- todavía - objeto. Lo cargó como pudo hasta un claro que conocía bien, donde se sentía tranquilo y en paz. Y allí esperó la media noche sumido en un trance.

El bosque estaba silencioso. Jack tranquilo. La luna llena bañaba el claro y a sus dos ocupantes con su pálida luz. Se preparó el mago. relajado, concentrado, dispuesto. Notó cómo se retorcían sus músculos, se estiraban sus huesos. Su piel se encurtió y el vello empezó a crecer salvaje. Sus dientes crecían y las orejas se le alargaban... Se estaba produciendo el cambio. Jack se regocijó, exhultante. Justo en ese instante una perezosa nube decidió ocultar la luna, sumiendo el claro en las sombras. El mago bajó los ojos hacia sus manos. Sus manos. Humanas. No había funcionado.

Por fin la nube pasó como el momento había pasado. Como había llegado se había ido.

Jack miró la inexpresiva faz de Chimichurri y comprendió que, tal vez, así tenía que ser. Se equivocó la primera vez ¿Por qué pensó que debería haber otra oportunidad? Simplemente debía lidiar con su error y seguir adelante con lo que tenía. O tal vez fue una locura pretender que la vieja roca fuera algo más que un objeto animado... Había muchos seres vivientes ya, al fin y al cabo.

- Bueno viejo amigo, me vendría bien un par de manos extras para recoger el sótano...

Y así fue como Jack, el maguete majete, empezó a entonar el hechizo que animaría el constructo con una imitación de vida mecánica, pues, pese a que estaba frustrado, Jack hacía tiempo que había comprendido que es cosa buena e inteligente intentar conseguir lo que se quiere y es de sabios aprender a querer lo que se consigue.

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