domingo, 16 de septiembre de 2012

El sentido de la vida: adelante.

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El Dedo Móvil escribe y habiendo escrito sigue su camino; ni tu piedad ni tu ingenio podrán convencerle de que cancele media línea, ni todas tus lágrimas bastarían para borrar una sola palabra.
Khayyam, astrónomo persa, siglo XI


Vaya, parece que hemos empezado un poco serios. Trataré de expresarme de la forma más ligera posible, si bien se me hace muy difícil. Me disculpo por anticipado si no lo consigo.

Cogemos un vaso de vidrio, mejor de los baratos, y lo dejamos caer al suelo. El resultado es un follón de “cristalitos”, todos con diferentes formas, tamaños y posiciones. Todos tenemos un historial de torpeza doméstica lo suficientemente rico como para no tener que hacer el experimento, creo que podremos imaginárnoslo.
Bien, ahora nos fijamos en dos cuestiones: ¿Por qué si dejo caer otro vaso no obtengo la misma distribución entre los trozos de vidrio?; ¿Y por qué si mezclo los trozos no se reagrupan formando de nuevo el vaso de forma espontánea?

Todos sabemos que ambas afirmaciones son ciertas. Lo conocemos de forma intuitiva y cotidiana. Trataré de darle una explicación igualmente intuitiva.

La “casualidad” es un término muy coloquial que me viene muy bien. Un niño usaría esa palabra si al tirar dos vasos viese que los pequeños trozos producto de su infantil cabronía quedan esparcidos de forma similar (lo que no le sorprendería tanto es la maternal colleja consecuente). En efecto, cada vaso se romperá de forma distinta pudiendo formar muchísimas combinaciones, prácticamente infinitas. En cambio, en su forma original cada uno de esos pedacitos tenía un sitio muy concreto. De las infinitas posibles posiciones de “cristalitos”, sólo una da lugar al vaso.

Podríamos pensar en cualquier otro ejemplo. Se me ocurre un puzle recién comprado, lo sacamos de la caja y dejamos caer las piezas. Todos sabemos que es casi imposible que las piezas caigan cada una en su sitio, estaría cojonudo (más de un tonto exigiría que le devolvieran su dinero en vez de ir a echar la lotería). Nosotros mismos estamos formados por un número concreto de átomos de determinados elementos, pero nadie espera que simplemente juntando esta cantidad y proporción exacta de elementos se forme otro yo idéntico (complicado, eso de la teleportación). Somos algo más, y no, no hablo del alma ni de conceptos abstractos: hablo de orden, de cantidad de información.

Lo del orden es fácil de ver: puzle ordenado o desordenado, vaso entero o roto. Lo de la información es exactamente lo mismo, ya que nos referimos a la cantidad de información que necesitamos para poder formar la combinación deseada: para montar un puzle no es mucha, lo del vaso es una salvajada, y lo de un ser humano además idéntico a otro concreto es ya comparable a las instrucciones de los muebles del ikea.

Cojamos una goma elástica y estirémosla un poco, tras lo cual la dejamos volver a su estado inicial. Hemos realizado un trabajo para estirarla, que después la goma ha vuelto a realizar en sentido opuesto. Hemos invertido energía en la goma, y la goma la ha reutilizado toda. Hemos ido a incordiar a la goma, pero no hemos logrado “desordenarla”, ha mantenido su “información”. La energía se ha conservado, claro está. Pero la energía siempre se conserva, eso lo sabemos todos desde el día aquél en el instituto. Siempre. Entonces ¿por qué el vaso roto no vuelve a su posición inicial? Ah claro, es porque hay energía que se disipa en forma de calor y todo eso. Vale, pues tiramos el vaso en el vacío absoluto contra un material completamente aislante, incapaz de ganar o ceder calor. ¿Acaso ahora sí vuelve a su forma original? No, claro que no. La energía se conserva igual que con la goma, pero esta vez hemos incordiado lo bastante a las partes del vaso como para que pierdan su “orden”, para que se olviden de su “información”, y ahora vagan por ahí sin identidad ninguna los muy desdichados. Lo mismo que la goma si la estiro tanto que llega a romperse o a darse de sí.

Hemos desordenado. Es importante saber que la energía se conserva (que a mi entender no es nada intuitivo) pero también es muy importante saber que el orden en el universo sólo puede permanecer igual o disminuir, pero nunca aumentar. ¡¡¡El universo sólo puede desordenarse!!!

Tu casa nunca se ordenará por sí sola, pedazo de guarro, con mucha suerte permanecerá como está si la dejas en paz, o seguirá cada vez más desordenada si sigues con esas costumbres tan insalubres. Y si algún día te animas y la ordenas, deberás saber que todo ese orden se lo estás dando al universo porque tu casa está en él, y como en el universo el balance de orden nunca puede aumentar, deberás desordenar alguna otra cosa. Esto es raro... pero intenta seguirme.

¿Y qué desordenamos para ordenar tu casa? Pues si lo hacemos a mano podemos ver que es una tarea laboriosa, cansada (joder qué guarro eres, hay que ver cómo la tenías). Gastamos energías, realizamos trabajo, quemamos azúcar: nos “desordenamos a nosotros”. Y además debemos desordenarnos al menos tanto como desordenada estuviera la casa, tal vez más, pero nunca menos. El orden, la información, vemos que está muy relacionada con la energía. Necesitamos más energía para ordenarla de la que se ha invertido en desordenarla; porque aunque se conserva, no toda puede ser reinvertida.

Si tomamos un trozo hierro, este bien podría enfriarse muchísimo por un extremo y calentarse al rojo por el otro, cediendo y tomando energía de su entorno, respectivamente, conservando tanto la energía del entorno como la suya propia. Sin embargo esto no ocurre, ni ocurrirá nunca, de manera espontánea: eso de la energía conservada no es suficiente para explicar las cosas. Si pongo un hielo en un vaso de agua, bien podría pasar que el agua se pusiera a hervir y el hielo bajara aún más su temperatura sin modificar la cantidad de energía ni del vaso ni del universo. Pero estaría incordiando en su orden, estaría sacando información de la nada; la casa se estaría ordenando sola, y eso no va a pasar: ¡ponte a limpiar!

Y aquí viene lo interesante: ya podemos hacernos una idea de porqué el vaso roto no se recompone, ya que los trozos sueltos tienen menos orden que formando el vaso, luego el universo está más desordenado con el vaso roto, es más libre, y así se queda. Si quieres recomponerlo la energía la gastas tú, que para eso lo has roto. ¿Pero entonces por qué el universo permite la existencia del vaso? Según todas estas mierdas del orden, el vaso es una aberración pseudo-fascista para nuestro nuestro universo libertario, así que no debería permitir que existiera. ¿Entonces?

La respuesta es, sencillamente, que estás en lo cierto y que no lo permite. El matiz es que en ningún momento hemos hablado de escalas temporales... el universo es anarquista pero longevo y paciente. Con el paso de los siglos, si el vaso sobrevive a manos torpes, empezará a volverse opaco por el desordenamiento de sus átomos, y con el tiempo se hará pedazos, y finalmente será polvo. ¿Te suena eso de que un diamante es para siempre? Los diamantes son átomos de carbono muy bien ordenaditos, demasiado bien, el mejor amigo de una mujer pero el peor enemigo de la naturaleza. Deja pasar unos millones de años y veamos cómo reluce.

¿Y qué pasa con nosotros? Bueno, nosotros somos enormes concentraciones de información, materia ordenada con mucha precisión, por lo que tarde o temprano todos acabaremos hechos migajas.

Si quieres saber con más rigor de qué estoy hablando, la palabra es entropía, y el concepto es la segunda ley de la termodinámica. En esta entrada he intentado no definir ningún término, y he hablado de orden, información y libertad sin ningún rigor, en especial en cuanto a la casa, pero creo que es un ejemplo bastante ilustrativo: para ordenar un sistema necesitamos más energía de la que se ha empleado en desordenarla. Esto es porque en un proceso irreversible (real), aunque la energía sigue conservándose parte de ella se “degenera”, de modo que no puede reutilizarse. No obstante, pese a la poca rigidez de la exposición quiero dejar claro que todo esto deriva de un riguroso y formalísimo proceso matemático y empírico, preciso y concreto.

Así que cada vez habrá menos orden, menos energía convertible en trabajo en el universo. La energía se relaciona con la masa, la materia, a la cual también se le aplicará el cuento (E=mc², ¿te suena?). Cada vez habrá menos de cualquier cosa en el universo, y al final, nada, solo espacio muerto y absolutamente vacío. Libre, desordenado, infinito y vacío. Eso es lo que hay delante, lo contrario es lo que hay detrás, y la entropía es lo que nos empuja en uno de estos sentidos sin poder retroceder jamás, sólo temporalmente, ilusamente, a costa de consumir energía prestada a pagar con intereses. Es una ley de la naturaleza, con todas sus implicaciones. La mera existencia es producto de una casualidad enorme, y se desvanece cada segundo que pasa. Es un concepto profundo, a mi entender, como de forma similar han dicho ya antes tantos teólogos y filósofos... pero el concepto gana un peso y profundidad inconmensurables una vez se entiende y se demuestra que además es cierto, con toda su rotundidad.

Vamos, que paso de recoger la casa. Y ahora, un vídeo: 

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