El Dedo Móvil escribe
y habiendo escrito sigue su camino; ni tu piedad ni tu ingenio podrán
convencerle de que cancele media línea, ni todas tus lágrimas
bastarían para borrar una sola palabra.
Khayyam, astrónomo
persa, siglo XI
Vaya, parece que hemos
empezado un poco serios. Trataré de expresarme de la forma más
ligera posible, si bien se me hace muy difícil. Me disculpo por
anticipado si no lo consigo.
Cogemos un vaso de
vidrio, mejor de los baratos, y lo dejamos caer al suelo. El
resultado es un follón de “cristalitos”, todos con diferentes
formas, tamaños y posiciones. Todos tenemos un historial de torpeza
doméstica lo suficientemente rico como para no tener que hacer el
experimento, creo que podremos imaginárnoslo.
Bien, ahora nos fijamos
en dos cuestiones: ¿Por qué si dejo caer otro vaso no obtengo la
misma distribución entre los trozos de vidrio?; ¿Y por qué si
mezclo los trozos no se reagrupan formando de nuevo el vaso de forma
espontánea?
Todos sabemos que ambas
afirmaciones son ciertas. Lo conocemos de forma intuitiva y
cotidiana. Trataré de darle una explicación igualmente intuitiva.
La “casualidad” es un
término muy coloquial que me viene muy bien. Un niño usaría esa
palabra si al tirar dos vasos viese que los pequeños trozos producto
de su infantil cabronía quedan esparcidos de forma similar (lo que
no le sorprendería tanto es la maternal colleja consecuente). En
efecto, cada vaso se romperá de forma distinta pudiendo formar
muchísimas combinaciones, prácticamente infinitas. En cambio, en su
forma original cada uno de esos pedacitos tenía un sitio muy
concreto. De las infinitas posibles posiciones de “cristalitos”,
sólo una da lugar al vaso.
Podríamos pensar en
cualquier otro ejemplo. Se me ocurre un puzle recién comprado, lo
sacamos de la caja y dejamos caer las piezas. Todos sabemos que es
casi imposible que las piezas caigan cada una en su sitio, estaría
cojonudo (más de un tonto exigiría que le devolvieran su dinero en
vez de ir a echar la lotería). Nosotros mismos estamos formados por
un número concreto de átomos de determinados elementos, pero nadie
espera que simplemente juntando esta cantidad y proporción exacta de
elementos se forme otro yo idéntico (complicado, eso de la
teleportación). Somos algo más, y no, no hablo del alma ni de
conceptos abstractos: hablo de orden, de cantidad de información.
Lo del orden es fácil de
ver: puzle ordenado o desordenado, vaso entero o roto. Lo de la
información es exactamente lo mismo, ya que nos referimos a la
cantidad de información que necesitamos para poder formar la
combinación deseada: para montar un puzle no es mucha, lo del vaso
es una salvajada, y lo de un ser humano además idéntico a otro
concreto es ya comparable a las instrucciones de los muebles del
ikea.
Cojamos una goma elástica
y estirémosla un poco, tras lo cual la dejamos volver a su estado
inicial. Hemos realizado un trabajo para estirarla, que después la
goma ha vuelto a realizar en sentido opuesto. Hemos invertido energía
en la goma, y la goma la ha reutilizado toda. Hemos ido a incordiar a
la goma, pero no hemos logrado “desordenarla”, ha mantenido su
“información”. La energía se ha conservado, claro está. Pero
la energía siempre se conserva, eso lo sabemos todos desde el día
aquél en el instituto. Siempre. Entonces ¿por qué el vaso roto no
vuelve a su posición inicial? Ah claro, es porque hay energía que
se disipa en forma de calor y todo eso. Vale, pues tiramos el vaso en
el vacío absoluto contra un material completamente aislante, incapaz
de ganar o ceder calor. ¿Acaso ahora sí vuelve a su forma original?
No, claro que no. La energía se conserva igual que con la goma, pero
esta vez hemos incordiado lo bastante a las partes del vaso como para
que pierdan su “orden”, para que se olviden de su “información”,
y ahora vagan por ahí sin identidad ninguna los muy desdichados. Lo
mismo que la goma si la estiro tanto que llega a romperse o a darse
de sí.
Hemos desordenado. Es
importante saber que la energía se conserva (que a mi entender
no es nada intuitivo) pero también es muy importante saber que el
orden en el universo sólo puede permanecer igual o disminuir, pero
nunca aumentar. ¡¡¡El universo sólo puede desordenarse!!!
Tu casa nunca se ordenará
por sí sola, pedazo de guarro, con mucha suerte permanecerá como
está si la dejas en paz, o seguirá cada vez más desordenada si
sigues con esas costumbres tan insalubres. Y si algún día te animas
y la ordenas, deberás saber que todo ese orden se lo estás dando al
universo porque tu casa está en él, y como en el universo el balance de
orden nunca puede aumentar, deberás desordenar alguna otra cosa.
Esto es raro... pero intenta seguirme.
¿Y qué desordenamos
para ordenar tu casa? Pues si lo hacemos a mano podemos ver que es
una tarea laboriosa, cansada (joder qué guarro eres, hay que ver
cómo la tenías). Gastamos energías, realizamos trabajo, quemamos
azúcar: nos “desordenamos a nosotros”. Y además debemos
desordenarnos al menos tanto como desordenada estuviera la casa, tal
vez más, pero nunca menos. El orden, la información, vemos que está
muy relacionada con la energía. Necesitamos más energía para
ordenarla de la que se ha invertido en desordenarla; porque aunque se
conserva, no toda puede ser reinvertida.
Si tomamos un trozo
hierro, este bien podría enfriarse muchísimo por un extremo y
calentarse al rojo por el otro, cediendo y tomando energía de su
entorno, respectivamente, conservando tanto la energía del entorno
como la suya propia. Sin embargo esto no ocurre, ni ocurrirá nunca,
de manera espontánea: eso de la energía conservada no es suficiente
para explicar las cosas. Si pongo un hielo en un vaso de agua, bien
podría pasar que el agua se pusiera a hervir y el hielo bajara aún
más su temperatura sin modificar la cantidad de energía ni del vaso
ni del universo. Pero estaría incordiando en su orden, estaría
sacando información de la nada; la casa se estaría ordenando sola,
y eso no va a pasar: ¡ponte a limpiar!
Y aquí viene lo
interesante: ya podemos hacernos una idea de porqué el vaso roto no
se recompone, ya que los trozos sueltos tienen menos orden que
formando el vaso, luego el universo está más desordenado con el
vaso roto, es más libre, y así se queda. Si quieres recomponerlo la
energía la gastas tú, que para eso lo has roto. ¿Pero entonces por
qué el universo permite la existencia del vaso? Según todas estas
mierdas del orden, el vaso es una aberración pseudo-fascista para
nuestro nuestro universo libertario, así que no debería permitir
que existiera. ¿Entonces?
La respuesta es,
sencillamente, que estás en lo cierto y que no lo permite. El matiz
es que en ningún momento hemos hablado de escalas temporales... el
universo es anarquista pero longevo y paciente. Con el paso de los
siglos, si el vaso sobrevive a manos torpes, empezará a volverse
opaco por el desordenamiento de sus átomos, y con el
tiempo se hará pedazos, y finalmente será polvo. ¿Te suena eso de
que un diamante es para siempre? Los diamantes son átomos de carbono
muy bien ordenaditos, demasiado bien, el mejor amigo de una mujer
pero el peor enemigo de la naturaleza. Deja pasar unos millones de
años y veamos cómo reluce.
¿Y qué pasa con
nosotros? Bueno, nosotros somos enormes concentraciones de
información, materia ordenada con mucha precisión, por lo que tarde
o temprano todos acabaremos hechos migajas.
Si quieres saber con más
rigor de qué estoy hablando, la palabra es entropía, y el concepto
es la segunda ley de la termodinámica. En esta entrada he intentado
no definir ningún término, y he hablado de orden, información y
libertad sin ningún rigor, en especial en cuanto a la casa, pero
creo que es un ejemplo bastante ilustrativo: para ordenar un sistema
necesitamos más energía de la que se ha empleado en desordenarla.
Esto es porque en un proceso irreversible (real), aunque la energía
sigue conservándose parte de ella se “degenera”, de modo que no
puede reutilizarse. No obstante, pese a la poca rigidez de la
exposición quiero dejar claro que todo esto deriva de un riguroso y
formalísimo proceso matemático y empírico, preciso y concreto.
Así que cada vez habrá
menos orden, menos energía convertible en trabajo en el universo. La
energía se relaciona con la masa, la materia, a la cual también se
le aplicará el cuento (E=mc², ¿te suena?). Cada vez habrá
menos de cualquier cosa en el universo, y al final, nada, solo
espacio muerto y absolutamente vacío. Libre, desordenado, infinito y
vacío. Eso es lo que hay delante, lo contrario es lo que hay detrás,
y la entropía es lo que nos empuja en uno de estos sentidos sin
poder retroceder jamás, sólo temporalmente, ilusamente, a costa de
consumir energía prestada a pagar con intereses. Es una ley de la
naturaleza, con todas sus implicaciones. La mera existencia es
producto de una casualidad enorme, y se desvanece cada segundo que
pasa. Es un concepto profundo, a mi entender, como de forma similar
han dicho ya antes tantos teólogos y filósofos... pero el concepto
gana un peso y profundidad inconmensurables una vez se entiende y se
demuestra que además es cierto, con toda su
rotundidad.
Vamos, que paso de
recoger la casa. Y ahora, un vídeo:
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