jueves, 13 de septiembre de 2012

Mi Pequeño Espasa


El gilipollas de mi co-blogger ha amenazado con no escribir más hasta que publicara algo yo. Cuando descorchaba el champagne catalán y empezaba a organizar la fiesta para invitar a todos los que nos leen (Los Tres) para celebrarlo, ha cambiado de opinión: Sí escribiría pero lo volvería a enviar a nuestras cuentas de correo. Aunque le he añadido a la lista de Spam por si acaso, tengo un deber moral para con los lectores. Los receptores de los correos que envía, no Los Tres. Los que me han atado a la silla y me obligan a escribir para que Willy siga contenido en este espacio. Cabrones todos.

Así que aquí estoy tecleando cosas al azar a ver si me dejan ir a por tabaco...
...
...

No parece que cuele.

Además ha puesto condiciones, nada de escribir por escribir. Con éso la verdad es que me he perdido porque si no puedo escribir por escribir que alguien me explique qué cojones hemos estado haciendo todo este tiempo.

Así que lo primero que he hecho es un poco de periodismo de investigación (la entrada anterior, la de abajo... ¿Es que lo tengo que hacer yo todo? Ésa de ahí, la del satánico. Sí ,es periodismo de investigación. Vale, MI periodismo de investigación.)

Y ahora, habiendo cumplido las condiciones, voy a escribir por escribir. Sobre lo que hice ayer.

El otro día (uno que no fue ayer, joder ¿No conocési el concepto de Prólogo o qué?) surgió el nombre de las prendas, en general, no había prestado mucha atención a la conversación, pero yo comenté a una amiga algo de su camiseta y ella dijo que no era una camiseta y hasta que no dijera el nombre de la prenda blablabla (blablabla en mi cabeza es que se la quitaría pero estoy casi seguro que no fue eso lo que dijo). 

Conozco la necesidad de la gente (gente, entendida sobretodo como mujeres) de ponerle nombre a todo, los hay que se lo ponen a sus plantas, a sus osos de peluche, a sus mascotas o hijos... Así que no me sorprendí demasiado de que alguien le pusiera nombre a su ropa. Me estaba decantando por Jose Francisco cuando se adelantó y me dijo que era un Top Palabra de Honor.

Yo me lo creí sin necesidad de que me diera su palabra de honor. Es más, me importaba bastante poco. “Ajá” fue mi respuesta, sin darme cuenta que con ese sonido había dado pie a que empezara una clase magistral sobre trapitos.

En realidad, decía, mientras yo pensaba “¿por qué sigue el tema? Si ya casi lo había borrado de mi mente”, Palabra de Honor es el nombre del escote. Un momento, un momento ¿Quién coño se para a ponerle nombres a un escote? ¿Por qué se dedican a diferenciar y etiquetar algo que sólo sirve para que las tías enseñen más chicha y los tíos salgamos un poco más contentos a la calle? Yo me imagino a un tipo en un almacén abandonado bailando un vals rodeado de maniquíes con prendas y diciendo  "Tú serás Top; Tú mi querida falda de tubo; Tú..."

Como ya me había perdido casi toda la explicación me puse a jugar con un perro.

Anteriormente a esto estaba yo eligiendo el gallumbo que me iba a poner ese día para pasar el día y a mi espalda sonó una voz de hombre diciendo: "Prefiero los borgoña a los marengo". "No, no tienen marca, son de esos de 3 por 2 euros del mercadillo" contesté yo. “Me refiero al color” replicó. Entonces supe que mi interlocutor era gay. No porque eligiera el calzoncillo a ponerse en base a un criterio que no era, ni remotamente, la limpieza relativa de cada uno o la libertad de movimiento que permitía. Tampoco era que me hubiese invitado a su boda con mi tío hace tres años (aunque era una buena pista). Supe que era gay porque usaba nombres raros para los tonos de los colores.

Qué confusos los nombres. Que parece que hacéis aposta el usar algo que debería ser esclarecedor para que no nos enteremos de nada.

Pues resulta de que ayer estaba en un McDonalds observando arte, porque me están enseñando a ver arte en todas partes, como en una pared con rayas y manchas de colores. Ya llevo dos: la del McDonalds y una de unos cines, en la que me fijé un poco, aunque estaba más atento de que no me salpicara la Alhambra que se bebía mi acompañante, no fuera que me entrara un algochungo. Muy moderna la cosa (Uuuh post sobre modernos incoming, pero no hoy).

Estaba yo pensando cuán artístico era todo y si lo que sentía era producto de la Coca-cola o del arte que sentía intentando salir fuera, cuando el experto en Técnicas y Materiales dijo "Pues éso lo han debido hacer con el Ketchup y la mostaza que les ha sobrado". "A mí me parece que es un huevo frito recién vomitado" dijo el más sensible. A mí me tocó la parte crítica, así que no pude sino preguntar "¿Entonces lo azul qué es?"

Y me aseguré que realmente fuera azul. Pero azul del bueno, del que es azul y no uno de esos azules que no son azules sino de otro color merecedor de un nombre como cian o azul melocotón.

Qué cosas más confusas los nombres.

Señores y, sobre todo, señoras, eso de ponerle etiquetas a todo está muy bien para poder aparentar cierto control sobre el ambiente. Pero una cosa es una cosa y seis media docena. Es decir, Que NO es necesario nombrar cada pequeña variación de una misma cosa. 

Joder, con lo fácil que es: Tipos de escote: Con y Sin. Variaciones de escote: Mucho, Poco.
Tenemos siete (¡Siete!) colores de la luz básicos, más la mezcla equitativa de todos ellos tomados como luz (blanco), su ausencia (negro), las mezclas armónicas dos a dos, la mezcla plástica no equitativa (marrón) y la mezcla plástica del blanco y el negro (gris). Más de 50 colores ya son bastantes. Si en algún momento alguien ha necesitado diferenciar entre dos tonos del mismo color (me pregunto para qué) basta con decir: El más claro o el más oscuro.

Desde luego para elegir mis gallumbos vale con decir el gris o el rojo. Y, personalmente, a mí me sirve con: éste que está el primero en el cajón.

4 comentarios:

  1. La versión para móvil de vuestro blog tiene un fondo color marfil azucarado muchísimo más bello.

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  2. Uauh "Marfil azucarado". Deberías actualizar tu currículum con "Idiomas: Mujer nivel avanzado".

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  3. Poner un cuadro de kétchup y mostaza en un restaurante de comida rápida sería como lanzar un mensaje a sus clientes para que consuman dichos condimentos, los cuales son curiosamente los únicos productos que se ofrecen gratuitamente (mala idea para el empresario)
    Por otro lado, ofrecer a su voraz clientela la visión de un aborto gallináceo cocinado, masticado, semi digerido y regurgitado con trazas de azul les insinuaría que deberían vomitar de inmediato toda esa basura que están devorando. Eso no sólo les dejaría el estómago libre para seguir consumiendo, sino que abastecería a la cocina de materia prima con la que elaborar su basura una y otra vez. Por este motivo la hipótesis "vómito" gana puestos frente a "salsas".

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  4. Y ahora todos saben quién es el sensible.

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