viernes, 30 de septiembre de 2011

Prostituyéndose


Hace un tiempo conseguí juntar cierta cantidad de dinero inesperada pero, aún así, bienvenida.

Bajé por una conocida calle de Madrid; conocida entre otras cosas por que en ella se apostan ciertas... personas que ofrecen servicios muy específicos; En viendo a estas personas y con dinero de sobra decidí, por impulso, hacer algo que pensaba que nunca haría.

Pero no me paré a meditarlo. Ni a pensar en la ética o moral de mis actos o lo que han intentado inculcarnos. simplemente deseaba -y había decidido- hacer algo y no me importaba nada más. Y menos lo que pudiera pensar otra gente.

Para el acercamiento seleccioné a una chica joven, no tendría más de 20 años, mona sin llegar a ser hermosa. Cuando llegué a su altura había abordado a un señor de unos 50 años. Pero yo ya había elegido y soy de ideas fijas y palante. Así que ignorando las protestas del señor me dirigí a ella haciéndola ver que, aunque parecía interesado en su proposición, seguramente el señor solamente la escucharía atenta y educadamente y luego declinaría poniendo una excusa. Sin embargo el que suscribe estaba dispuesto a llegar hasta el final.
Después de sopesar a ambos llegó a la misma conclusión que yo y, además, el tipo acabó por darme la razón.
Y con estas comenzó mi experiencia talmente novedosa. La Chica sabía exactamente lo que decir para convencerme, aunque yo ya venía convencido. Aún así me agradó su "profesionalidad" (entre comillas porque a mi modo de ver lo hacen más por el placer de hacerlo que por el dinero recaudado). Discutimos las tarifas que más se ajustaban a lo que yo quería y quedó cerrado el trato. Cuando le pregunté si tendríamos que desplazarnos a algún otro lugar para hacer los trámites pertinentes me comentó que dadas las horas no era necesario, con apartarnos de miradas indiscretas bastaría.

Al acabar me sentí muy satisfecho. Tanto que decidí que no sería un hecho aislado. Quería más. Y mejor ahora que luego. Además quería picar de todos los tipos de servicios que ofrecían dependiendo de dónde venían.
La segunda a la que abordé se asustó un poco al principio debido a que se me olvidó quitar la cara de andar por la calle y, supongo, asusta ver acercarse un greñas (Sí, ésto es de cuando llevaba el pelo por la cintura, tanto tiempo hace que no junto pasta) con cara mala hostia y andando a paso decidido directo hacia ti. Pero después de las pertinentes disculpas y explicar mis pretensiones todo fue como la seda. La tramitación, excepto algunas diferencias de forma, muy parecida a la primera.

Como tenía tiempo y recursos para una más, hice lo propio. Además me daba como penita haber atendido a dos y no hacerlo con la tercera, que, además me abordó ella... La última, tal vez fue la mejor. Además era más conocida que las anteriores.

Así que sí y en esas estamos, señores y señoras. He prostituido mis ideales y mi reputación de mala persona y me he hecho socio de tres oenegés.

6 comentarios:

  1. "Mona sin llegar a ser hermosa".

    ¡Cervantes!

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  2. Que no, que las putas no son ONGs, que los camellos no son a las farmacias lo que los chinos al mercadona, y que aunque estén cruzando por donde no deben no está bien atropellar a la gente. Parece que vamos tener que empezar de cero... otra vez.

    Con lo que nos costó que dejaras de montar al televisor.

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  3. En realidad era un puto crenco, Pero tampoco quería usar esas palabras. Así que tuve que improvisar.

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  4. Pero Willy. Es que es divertido atropellar a la gente. Ver la carita que ponen cuando pasan cerca del parabrisas y tal.

    Y en otro orden de cosas ¡Nos queremos y pensamos formar una familia!

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  5. ¿Formar una familia? ¿Para eso eran el pegamento y todos esos trozos de cadáveres?

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