No os preocupéis, ambos enseñan una importante lección en su moraleja última.
Luego no diréis que no posteo cosas bonitas...
Una vez, en el instituto, una compañera de clase me pidió que le escribiera una frase cualquiera para analizar mi personalidad gracias a un libro buenísimo que tenía ella sobre grafología. No recuerdo lo que me dijo exactamente al día siguiente, pero sí que recuerdo que me sorprendió mucho lo bien que me había calado. Unos cuantos años después, en un curso, la profesora de psicología me pidió que le dibujara un árbol para poder hacer un esbozo sobre mis traumas, mis sentimientos reprimidos y no se qué otras mierdas retorcidas que sólo conocen mis amigos imaginarios. Le dibujé un árbol moribundo en un lúgubre bosque, y adorné sus ramas desnudas con cadáveres ahorcados y cuervos en pleno festín. Por suerte pilló la broma y no hubo que internarme. Aún así me entregó un análisis de mi pasado, o al menos de las huellas que habían quedado en mi sesera. Y acertó unas cuantas, pero por entonces yo ya era adulto y bastante escéptico, y mi opinión es que eran cosas tan generales y dichas de forma tan ambigua que se podían aplicar a casi cualquier otra persona, igual que pasaba con la chorrada aquella de la grafología. Además la mayoría eran cosan positivas, y todos estamos dispuestos a aceptarlas como nuestras, o eso creo yo.
Es que resulta que ayer vi una película que se llama Watchmen. Me explico: uno de los personajes se hace llamar Rorschach, como las láminas de los dibujos esos que te enseñan y te preguntan “¿qué ves aquí?” (a mi me parecen todos cachorros atropellados y vueltos del revés, menos las últimas que son payasos atropellados y vueltos del revés), y entonces me acordé de aquello de la grafología y lo de los dibujos. Y por primera vez pensé en la movida esta de las láminas de manchurrones, y pensé “qué pedazo de gilipollez”. Lo pensé porque no se me ocurría cómo cojones puedes saber nada sobre la pforma de ser de alguien por tu propia interpretación del testimonio (es decir, lo que dice, no lo que piensa) de alguien sobre lo que ve en unas manchas, y me da igual que se siga un manual lleno de tecnicismos mientras se interpretan las respuestas. Es una figuración sobre una suposición sobre una interpretación sobre algo que ni siquiera existe, y más aún si me dicen que el autñentico valor del test es ver las reacciones del testado, ver qué dice y si le preocupa decirlo, qué cree que debe decir y todas esas cosas... más interpretaciones libres. Y mirando en internet compruebo, sin sorprenderme, que se usan desde hace más de un siglo y que ni una sola vez ha sido demostrado su funcionamiento científicamente. Pero efectivamente se usan, y se enseñan en las universidades.
También se enseña la grafología, por ejemplo, en muchos sitios, y hay empresas que la usan en sus entrevistas para contratar o dejar de contratar a alguien. Y también lo de los dibujos, aunque parezca mentira. Son cosas que están tan dentro de nuestra culturilla general (es decir películas americanas) y que damos por válidas simplemente porque están ahí. Porque todos conocemos el test de Rorschach sin necesidad de ser psicolocos, y porque en todas las casas hay algún librito sobre cómo interpretar los sueños, o la escritura, o los dibujos, o lo que sea. ¿Y cuántas otras cosas más?
Aquí alguien podría decir que es muy soberbio por mi parte hablar con tanto menosprecio de algo que no conozco (me refiero al test de Rorschach). Pues puede ser, y puede ser que funcione, después de todo es un método empleado por profesionales incluso en juicios y otras movidas muy serias a lo largo de muchísimos años. Pero también puede que sea cosa del fantasma de McGyver. Te enseñan una mancha y consultan en la lista de respuestas qué mierda “puede” que se encuentre en tu personalidad. Una lista de respuestas y sus personalidades asociadas que ha hecho alguien, o alguienes, basándose en... pues no sé, supongo que en sus propias experiencias, y en las de sus pacientes. Es decir, en interpretaciones sobre testimonios, y en opiniones, y en estadísticas numéricas sobre cosas no cuantificables. Ya me imagino que llevar a cabo el método científico en el campo de la psicología debe ser harto difícil, pero esto es un poco ridículo. Vamos digo yo.
Siempre me ha interesado bastante la psicología y la antropología, aunque no sé casi nada. Me gustan sobre todo los experimentos sobre los que puedo leer en interneter sobre el porqué de algunas conductas, la vida en sociedad y chorradas así, y sobre todo cualquier experimento que se haga con monos, son graciosísimos los cabrones, y les hacen mogollón de putadas. Pero la verdad, opino que la neurobiología y todos sus avances se está acercando muchísimo más rápido a los misterios de la mente que esto de la psicología en todas las décadas que lleva ya haciendo cosas rancias de estas. ¿Podría ser absorbida la psicología por las ciencias biológocas como pasó con la filosofía y la física? No sé, pero que sigan invirtiendo en lo de los monos.
Bufff... vaya unos días llevamos. Luego se me quejan de mis pataletas, pero hasta al más payaso de los payasos se le borraría la sonrisa.
La nueva reforma laboral es simplemente acojonante, no por sorprendente sino por lo que acojona. Y no obstante, el presidente de la patronal sale en la tele diciendo que es insuficiente, que exige que no se le pague el paro a aquél que rechace una sola oferta de empleo. Y esto acojona aún más, podrían ofrecerte tragar mierda y estarías obligado a aceptar el trabajo o morir de hambre. Qué extraña forma de esclavitud más democrática. Además, añade el presidente de la patronal, es indignante que los parados rechacen puestos alegando que están lejos de sus casas, y añade (no sin un preocupante tono de soberbia y gesto prepotente) que habría que obligarles a trabajar aunque el puesto fuera en Laponia (jajaja, qué ocurrencia, qué muchacho más socarrón, Laponia dice). Si te ponen un currete a cierta distancia de casa, como ni de coña te van a pagar gasolina ni autobús ni mucho menos dietas, 22 días trabajados al mes te puede costar algunos cientos de euros en gastos. Y puede no salirte rentable el trabajo. Pero este señor cree de verdad que el obrero no trabaja por dinero, que lo hace por dignidad. O porque es su función en la colmena. Y lo peor de todo es que lo que las empresas españolas defraudan a hacienda es mucho más que las pérdidas por pagarle el paro a estos cabrones que no quieren currar. Además se me ocurre que no es muy productivo el que cada uno trabaje en la otra punta de su ciudad... tardaríamos muchas más horas y gastaríamos muchos más recursos (traducido en dinerito, en lenguaje de chaqueta y corbata) que si cada uno es libre de elegir a su conveniencia.
Por otro lado, el ministro de educación de ha sacado la chorra y ha efectuado una maravillosa micción en perfecto tiro parabólico sobre la moral y la dignidad de educadores e investigadores españoles, asegurando que no ve ningún problema en que los profesionales mejor formados de España se vayan al extranjero. Opina que es algo muy bueno en sus carreras, y que cuando vuelvan será algo positivo para el país. Supongo que cree que dejarán sus puestos milenarios en otros países para venir aquí a reponer al Carrefour (¿se escribe así?) o a llevarle a él los cafés al despacho. Porque por arte de magia no van a aparecer puestos ni fondos para que esta gente haga aquí lo que se hace en otros países. Y porque si otros países investigan y desarrollan, es para quedarse con lo investigado y desarrollado, no para dártelo a ti por compartir nacionalidad con su trabajador. Además, salir de España no es tan fácil, por muy preparado que estés siempre estarás en desventaja, al margen del drama personal que pueda suponer. Eso sí, si un equipo de fútbol vende a algún jugador de la cantera para que se forre dando patadas en el extranjero, menuda tragedia, lo que ha perdido la gloria patria.
A todo esto Rajoy dice “hay que competir”. ¿Cómo? ¿Con qué? ¿Para ser competentes en qué? Podemos apuntarnos a la competición de “vamos a ser un país desarrollado invirtiendo lo poquito que tenemos en nuestro futuro”, o podemos apuntarnos a la de “mano de obra barata y servil, impuestos bajitos y escamoteables para el empresario de bien, traiga aquí su empresa y contrate, contrate, contraaaaate oiga”. Lo malo es que estamos entrenando para la de mano de obra barata, pero estamos apuntados a la de país desarrollado. Vamos, que perdemos fijo.
Y cómo no, para culminar nos queda la famosa historia de los estudiantes en Valencia, de la que no tengo ni ganas de decir nada. El hecho en sí es muy, muy triste, y grave. Pero lo que aún va más allá son las portadas de los periódicos, de los buenos, los que hacen los profesionales bien formados en España. Cosas como que son los sindicatos y los funcionarios los que están detrás de las peligrosas revueltas de los exaltados extremistas, o que los profes rojetes de los colegios públicos coaccionan a los alumnos a que se manifiesten sobornándolos con aprobados. Y alguna que otra barbaridad, ya da lo mismo, una vez nos ponemos a decir mierdas es difícil parar. Supuestas noticias que desafían el sentido común de cualquiera, nos llaman gilipollas a la cara. Incultura, represión, desinformación y demagogia. Si todo esto no se merece una enorme pataleta, ya no sé qué se lo merece.
Y lo que más me sorprende es que no estoy sorprendido. Puede que un poco por lo deprisa que va todo, pero no en el camino que llevamos. Mi sorpresa ya fue en su momento, ingenuo de mí, cuando el más del 70% de españoles con derecho a voto que no eligió al actual gobierno le concedió una mayoría absoluta (absoluta, que se dice pronto) para que hicieran lo que quisieran con nuestras vidas a cambio de manifestarnos después, siempre después, pero eso sí con mucha razón y muchos derechos. “Tomemos las calles, recojamos firmas, demostremos que no somos ganado en sus manos”, dijeron los borregos que cuando les dieron a elegir pastor callaron para berrear después.