domingo, 3 de abril de 2011

España: pladur y mamoneo

En Islandia se están dedicando a encarcelar banqueros, empresarios y políticos corruptillos. Qué idiotas. El caso es que al parecer unas pocas decenas de personas compuestas por miembros de estos tres respetados y amados gremios llevaba años chupando de la teta del liberalismo económico. Hasta que la crisis mundial petó, y arrastraron al país a la ruina.

Estos islandeses son de lo más raro. Y no sólo porque estos viles muchimillonarios no llenasen sus salones con tigres disecados y sus cuartos de baño con carísimas obras de arte. También porque no me parece razonable ponerse a encarcelar a los culpables de nuestros males. Total, ellos sólo querían ser enfermizamente ricos a costa de la vida de cientos de miles de personas. ¿Y quién no? Y además, el capitalismo está ahí, el fuerte sobrevive y el débil a pintar pancartas.

La teta española es mucho más grande que la islandesa, así que mucha gente ha podido mamar a gusto durante unos cuantos años sin llegar a tanta ruina como allí. A estos años los llamaremos el Siglo de Pladur Español (en analogía con el Siglo de Oro), y a los que mamaban los llamaremos, sencilla y prosaicamente, mamones. Pues bien, los mamones españoles han estirado, exprimido, mordisqueado e incluso sacudido la hermosa teta española en un sofisticado alarde de liberalismo económico sin temor ninguno, de forma parecida al caso islandés, tal vez menos contundente pero mucho más descarada. Ni la sociedad ni sus conciencias decían que eso estuviera mal.

Y los mamones islandeses, tras llenarse bien los bolsillos, se fugaban a lujosas mansiones en el extranjero, huyendo para vivir cómodamente el resto de sus vidas, ellos y su descendencia. Y de estas mansiones han tenido que sacarles las fuerzas de la ley ante las exigencias de justicia del pueblo, exánimes tras tan ardua succión.

Pero esto no es así con el típico mamón ibérico, más castizo y abellotado. Nuestro mamón no huye, gana puestos. Trepa a posiciones directivas de prestigiosas empresas, gana elecciones regionales mandato tras mandato, privatiza y regala a sus amigos valiosísimos recursos públicos, compra millonarios clubes deportivos donde le adorarán como a un dios, y cierra cada año fiscal declarando que gracias a sus proezas su banco se ha forrado muchísimo, más que ningún otro, pero que el estado debería darle algunas ayudillas más. Y la sociedad española se deja mamar a gusto. Se acomoda en el bar, está al ladito de la oficina del INEM y desde la ventana de la tasca puede vigilar a la vez que no le quiten el sitio en la cola y que no se le pase la hora del parquímetro. Y a dejarse mamar.

Y un día un señor muy serio que como es presidente de otro país debe saber mucho de todo dice que ha llegado la crisis mundial. Y es verdad. Y se veía venir, pero sólo cuando se miraba hacia delante. Y entonces, todos nuestros mamones se quedan inmóviles, atónitos. Despacio, alejan sus labios atrofiados del irritado pezón, ojos abiertos de par en par. Lentamente, alzan sus cabezas y miran de un lado a otro, con cierto temor reflejado en sus ojos. Temor, que no vergüenza. Y entonces, mientras otros mamones huirían a esconderse, estos rompen a llorar, desconsolados. Quieren, necesitan, exigen que se les rellene la teta, y mejor antes que después. Ruegan porque les abracemos, que les consolemos, que les mimemos al son de la más dulce de las nanas. Que les votemos, que les queramos, que les adoremos, que les reconozcamos, que les sigamos, que trabajemos para ellos y que repitamos sus consignas.

¿Y quién puede resistirse a darles todo lo que piden? Todos sabemos que si nos deshiciéramos de los mamones nos quedaríamos sin líderes, sin artistas, sin religiosos, sin políticos, sin empresarios. Sin el liberalismo económico que garantiza el libre mercado, siempre que favorezca a los mismos de siempre (libre mercado sí, libre competencia no); sin políticos corruptos que en vez de dimitir sonríen a las cámaras besando niños; sin directivos capaces de despedir a cientos de trabajadores antes de quitarse el chófer; sin una iglesia tan involucrada y volcada en los asuntos públicos y privados; y sin un artisteo tan endogámico y “canonizado” como el nuestro... ¿Qué nos quedaría para hablar en el bar? ¿Qué sería esto, Alemania?

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