viernes, 27 de mayo de 2011

Una historia

El cuerpo flotaba bocarriba en el remanso del río. Las piernas varadas en la orilla impedían que lo arrastrara la corriente, en el agua ensangrentada un palo se mecía al lado de la mano y los ojos se clavaban en un cielo despejado que anunciaba una hermosa mañana de verano...

Jack, el Maguete Majete, sabía por propia experciencia que meterse en una situación que incluyera cadáveres era la mejor forma de llamar a los problemas, pero el muchacho no podía tener más de diez años. Éso fue lo que le impulsó a acercarse. Aunque ya oscurecía, el mago podía ver las terribles heridas que habían teñido la nieve de rojo.

"Tan cerca de casa... ¡En mi propio bosque!" pensaba Jack mientras se arrodillaba para inspeccionar mejor las heridas. Al acercarse advirtió el débil movimiento del pecho "Respira" Tocando la frente del herido, entonó un conjuro y se teleportó a casa.

Si alguien se hubiera acercado al claro habría oido claramente los gritos de dolor y una voz que con tono de disculpa repetía -Ya lo sé ya lo sé. Soy un mago no un maldito curandero- Si ese alguien hubiera mirado por la ventana de la cabaña hubiera visto un hombre con túnica corriendo de un lado a otro bajo la brillante luz de unas esferas mágicas. Las manos llenas de ungüentos y vendas, hilo y aguja y, mientras el fuego en la chimenea caldeaba la habitación, cortando las prendas de un herido y comentando -Vaya, pues no es un muchacho-

La muchacha dormía, Jack la velaba. Mientras encendía la pipa y se dejaba caer en su sofá preferido agradeció tantos años de correrías en solitario que le obligaron a aprender el noble oficio de sanar.

A los cinco días la chica despertó.
- Vaya pensé que ibas a dormir hasta el verano. ¿Cómo te encuentras?
- Do..¿dónde estoy?
- En mi casa. En mi cama.
- Qu..¿quién eres tú?
- Lo mismo podría preguntarte yo a tí. Me llaman el Maguete Majete pero puedes llamarme Jack.
- ¿Qué hago aquí?
- Sobrevivir a unas heridas muy feas. ¿No piensas decirme cómo te llamas?
- No me acuerdo...
- Supongo que tampoco sabrás de dónde eres o cómo acabaste con esas heridas.
Abatida, la niña negó con la cabeza.
- Bueno, no pasa nada- Jack intentó consolarla torpemente- Mañana bajaré al pueblo y veré si alguien sabe algo. Mientras habrá que buscarte un nombre... ¿Qué te parece Dragan? Por cómo me golpeaste mientras te curaba parecías un auténtico dragón- La niña lo miró hoscamente.
- Los dragones no existen.
Jack sorprendido por la frialdad de la respuesta le contestó:
- ¿Cómo que no? Te contaré una historia...

Y le contó una historia. Una historia sobre un dragón, centrándose en la descripción de la bestia, en cómo provocaba miedo y admiración a un tiempo. Le contó cómo volaba y cómo cazaba y, al ver la expresión de la pequeña cuando le habló del cabllero que quería matarlo, cambió el final haciendo que el dragón sobreviviera y se comiera al malvado.

Hacía un par de años que Jack se había instalado a unos pocos kilómetros de una aldea. Gente responsable y trabajadora, hospitalarios y atentos enseguida le aceptaron. No tardó mucho en cogerles cariño y decidió protegerles y ayudarles cuanto pudiera. Limpió de amenazas la comarca, construyó su casita y puso su magia al servicio de los campesinos.
No era raro que un grupo de niños cruzara el bosque hasta su claro y le pidieran una historia a lo que el hechicero siempre respondía - Estaba yo...-.
Jack disfrutaba creando ilusiones para ilustrar sus historias tanto como los críos viéndolas. Y al final siempre había chocolate para todos.

Por éso se alegró mucho cuando vino el nuevo Señor trayendo prosperidad a la zona. le encantaba pasear hasta el pueblo y ver como éste crecía y medraba.

Pero ese día tenía otras cosas en mente. Preguntó a todo el mundo pero nadie sabía nada de un ataque ni quién podría ser Dragan.

Saltó hasta agotarse por todos los pueblos y aldeas de la comarca. Pero en todos los sitios recibió la misma respuesta. No había desaparecido ninguna niña y nadie reconocía la descripción de la que se recuperaba en su casa.

Aunque pasaban los días y Jack seguía investigando sin resultado, no perdía la esperanza.
- Al final se nos dan todas las respuestas- Repetía.
Pero las respuestas no llegaron. Pasaron tres meses y empezó la época de la siembra. Jack fue a ayudar a los campos aunque le repetían que no hacía falta que el Señor ya se encargaba.
Con el deshielo también volvieron las visitas y las historias con chocolate.
Observaba cómo laemoción hacía que brillaran los ojos de Dragan siempre que la historia hablaba de dragones y, para decepción de los otros niños, el dragón siempre vencía y Jack acababa huyendo.

Poco a poco las visitas fueron menguando hasta ser inexistentes. Achacándolo a que últimamente no ganaba muchas batallas el transmutador no se preocupó. Tampoco le preocupó que cada vez menos gente le pidiera ayuda o simplemente le trajera un pastel o un cordero.

Además, sus historias no caían en saco roto y Dragan aprendió rápidamente a amoldarse a la vida del mago. Ayudándolo en sus experimentos en el laboratorio o comiéndose sus experimentos en la cocina sin apenas atisbo de miedo.

Ocurrió que una noche durante una de sus historias una algarabía rompió la tranquilidad del bosque. Saliendo fuera a ver qué pasaba, Jack se encontró con que todo el pueblo se acercaba a su claro con antorchas y horcas.

- Debes irte mago- gritaban algunos.
- ¡Vete y no vuelvas!

Cuando llegaron frente a la puerta empezaron a azuzar sus antorchas hacia Jack agitando los utensilios de labranza que habían traido con ellos. Jack tan enfurecido como sorprendido murmuró una palabra y todos se callaron.

- ¿Qué es ésto?¿Qué derecho tenéis a decirme lo que debo hacer?
Adelantándose el alguacil se encaró a Jack - El Señor no quiere magos en sus tierras. Dice que evitáis el progreso y que sólo molestáis.
- ¿Y vosotros os lo creéis? Bien sabéis que cuando llegué la aldea estaba a punto de desaparecer. Durante meses luché hasta casi la muerte para acabar con todo lo que os amenazaba. Hice que crecieran las cosechas más rápido y más resistentes. Y que los animales engordaran y no se pusieran enfermos. Cuidé de vuestros hijos mientras vosotros trabajabais. Y les protegí contra las enfermedades. Y sólo cuando todo eso estuvo hecho llegó vuestro señor a gastarse el dinero en vuestra aldea.
- El Señor es ahora el dueño de las tierras y dice que debes marcharte. Márchate o muere- Y mientras decía esto atacó a Jack.
El resto de la gente siguió a su alcalde.
La vieja espada del alcalde se partió limpiamente con un leve roce del cayado del mago. El conjuro que preparaba murió en sus labios cuando, a su espalda, la cabaña saltó en pedazos.
Mientras se incorporaba se fue fijando en los rostros demudados de terror que miraban, atónitos a su espalda. Aunque prefería no hacerlo, se giró.
Tan grande como la más alta torre de la fortaleza la bestia se desplegó por completo, el largo cuello inclinó la cabeza reptiliana coronada por cuernos y su mirada se quedó fijada en la de Jack. Las antorchas arrancaban destellos dorados de la piel escamada. Gentilmente una mano con garras como guadañas envolvió al conjurador. Después el dragón bramó.
Antes de que el primer aldeano lanzado por la furia del rugido tocara el suelo, la bestia, con una gracilidad imposible, saltó y, con un elegante aleteo, se alejó más rápido que cualquier caballo.

Pasó la primavera, con Jack volando a lomos del dragón. Poderosos hechizos les ocultaban de miradas indiscretas.
Y así, parando donde les apeteciera, visitaron lejanos paises. Él se enteraba de las noticias, ella procuraba comida. Ella proponía y él disponía.Y cuando se cansaron volvieron a su propia nación.
Y encontraron que terribles sucesos conmocionaban el reino. Un señorío, pequeño pero increíblemente próspero había sido tomado por un demonio que, poco a poco, había convertido a todos sus habitantes en seres de pesadilla. No hizo falta que le dijeran a el nombre del pequeño señorío.

La lluvia tardía había apagado la hoguera pese a la protección de los árboles y el mago, sentado en una piedra, apenas oía el repiquetear de la lluvia sobre una enorme ala que le cobijaba. Jack se levantó y tomó el camino para salir del bosque.
Ya estaba empapado cuando dejó atrás el último árbol para salir al prado.
- Espera -dijo una voz como una avalancha de rocas. el ala volvió a hacer las veces de toldo y un viento salido del horno más caliente secó al mago por completo. - No deberías ir. Sólo conseguirás sufrir y no puedes hacer nada.-
- Tengo que hacerlo Dragan. Tengo que intentarlo...- Jack miraba a las montañas. El ocaso teñía de sangre y negro el cielo.
- Entonces iré contigo. Es donde debo estar: Contigo, justo detrás de tí.
- No. Tienes que irte. Déjame solo. Ésto es algo que debo hacer solo.
- No puedo dejarte solo. Tus historias me hicieron creer. Me hicieron lo que soy. Me hicieron desear serlo. Ahora soy tu dragón.
- Mi deber era protegerlos. Cuidar de ellos y sólo yo podía hacerlo.
- Protégelos entonces, cuida de ellos y yo... cuidaré de tí.
- No puedes.
- Pero debo. Soy tu dragón.
- ¿Es que no lo entiendes?- Jack clavó su mirada en los ojos dorados de Dragan.- ¡Los dragones no existen!

La lluvia formaba regueros que bajaban por la cara de Jack mientras disolvía los últimos jirones de niebla donde antes habían estado unos ojos serpentinos. "Tú me hiciste creer" repetía el eco de una voz cargada de dolor.
Jack se giró y emprendió su camino.

El cuerpo flotaba bocarriba en el remanso del río. Las piernas varadas en la orilla impedían que lo arrastrara la corriente, reuniendo las fuerzas que le quedaban, Jack alcanzó el cayado que flotaba a su lado. Tenía la vista fija en el límpido cielo azul. Iba a ser una preciosa mañana de verano.
"Joder, eran un montón" pensó y una lágrima le resbaló por la mejilla hasta las aguas del color del vino. Pero su mente ya no estaba con el pueblo perdido sino en una cabaña. Contando una historia y cambiando el final. Sonrió. Y se rindió.

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